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20 de julio de 1810 --- Segunda Parte ---

De Quito a Santafé

Mientras esto sucedía entre Cartagena y Santafé, en Caracas y Pamplona se instalaron Juntas de Gobierno, logros que convencieron a los criollos de que la única opción que tenían era constituir una junta suprema de gobierno, que, como las anteriores, conservara los derechos de Fernando VII. Con estímulo del debate entre los notables de la capital del Nuevo Reino de Granada, sus reuniones fueron detectadas por el Virrey. Con cambio de sede, se citaron para el 17 y el 18 de julio de 1819 en la torre del Observatorio Astronómico, dirigido por Francisco José de Caldas. Al final, los notables del Cabildo concluyeron que debían capturar el poder. El pueblo sería utilizado de manera temporal y puntual, pero de ninguna manera se permitiría su protagonismo. Un liderazgo como el sostenido 40 años atrás (Rebelión de los Comuneros) podía poner en riesgo los privilegios de los comerciantes, los hacendados, los esclavistas y los religiosos.

El plan acordado consistía en provocar una limitada y transitoria perturbación del orden público para permitirle al Cabildo hacerse por sorpresa con el poder, forzando al Virrey a convocar e instalar una Junta Suprema de Gobierno integrada por los Regidores del Cabildo de Santafé, presidida por Amar. Además, y sin descuido, tomar medidas para el pronto restablecimiento del orden e impedir que el movimiento –diseñado según sus particulares intereses– se saliera del marco fijado. El día establecido para tal perturbación fue el 20 de julio. Ese día estarían allí muchos de los personeros de la oligarquía criolla: Camilo Torres, José Miguel Pey, Jorge Tadeo Lozano, José Acevedo y Gómez, Joaquín Camacho, Antonio Morales y otros más.


El primer intento de constituir una junta de gobierno se llevó a cabo en Quito. Con la consigna de “No dejarse sorprender por el enemigo [los franceses]”, el 10 de agosto de 1809, cuatro marqueses lideraron dicha empresa: los de Selva Alegre, Solanda, Villa Orellana y el de Miraflores, acompañados de un importante sector de los más pudientes de aquella sociedad. El pueblo brillaba por su ausencia. Fiel a su carácter social, la Junta juró obediencia y fidelidad a Fernando VII, no reconocer jamás la dominación de Bonaparte, y conservar en su unidad y pureza la religión católica.

Pero ni así estaban dispuestos los virreyes a compartir su poder. Desde Perú se movilizaron tropas que dieron cuenta de ellos. primero sometiéndolos a prisión, doce meses después asesinando a la mayoría de éstos. Años después, Manuelita Sáenz recordaría la impresión de ver todos aquellos cuerpos mutilados.

Este intento de rebelión tuvo eco en la Nueva Granada e hizo que el virrey Amar convocara una junta extraordinaria del Reino, que integraban el Cabildo de Santafé, la Audiencia, los oficiales reales, las autoridades eclesiásticas y “los hacendados y vecinos nobles de la capital” . Dos puntos abordó la Junta: uno, deliberativo: en qué términos contestar a la Junta Revolucionaria de Quito; y otro, consultivo: “sobre los medios que debían adoptarse para sujetar aquella provincia rebelde”. Aprobaron el envío de tropas para contener a los rebeldes, pero no tuvieron que llegar a su destino, toda vez que los peruanos cumplieron su cometido con anticipación pese a la derrota de los quiteños, su ejemplo impregnó la mente de los poderosos de Santafé.

Carbonell, sin escucha. Constituir una junta suprema de gobierno, presidida por el Virrey, fue desde entonces su proyecto favorito. En reuniones permanentes, y de manera clandestina, se compartía el avance de los franceses en el territorio de la “Madre patria”. También, se discutía cómo proceder en la Nueva Granada. La pretensión de una junta Suprema de gobierno, es decir, un complot que obligara al Virrey a encabezarla, sin tomar en consideración al pueblo de Santafé, era la salida favorita de los potentados, quienes insistían en un levantamiento popular. Entre ellos estaba un joven vinculado a la Expedición Botánica como escribiente, José María Carbonell. Pero no eran escuchados.

Mientras los espíritus ganaban nuevas tonalidades en tierras americanas, el ejército francés batió a Andalucía, último refugio de las fuerzas españolas, cuya derrota obliga a la Junta Central de Sevilla a replegarse en desbandada y bajo la protección de la armada inglesa en la isla de León. Se constituye allí un Consejo de Regencia que convocó las Cortes del Reino para afrontar la crisis. El 24 de febrero de 1810 se decretó la ampliación de la representación de América, siendo justos con el total de la población de cada región. Era un intento para apaciguar el creciente descontento en las colonias.

En proclama dirigida a los españoles americanos, decían: “Os veis elevados a la dignidad de hombres libres […]. Tened presente que al pronunciar o escribir el nombre del que ha de venir a representaros en el Congreso Nacional, vuestros destinos, no dependerán ya de los ministros, ni de los virreyes, ni de los gobernadores; estáis en vuestras manos”.

Cartagena y los Comisionados
A la par con esta decisión, y como mecanismo para solucionar tensiones entre representantes de la Corona y los disidentes, se nombraron Comisionados Regios (veedores con todo el poder) al Nuevo Mundo, seleccionados entre los criollos residentes en España. A tal propósito fueron designados Antonio Villavicencio y Carlos Montúfar –ambos quiteños–, este último hijo del Marqués de Selva Alegre, jefe de la rebelión de Quito en 1809.

El punto de llegada de los Comisionados fue Cartagena, donde había una situación explosiva: por un lado, el Gobernador –vocero del Rey–; por el otro, el Cabildo –feudo político de las familias de la oligarquía criolla local–, que le pedía al primero compartir el poder con ellos. Algunos insinuaban la necesidad de constituir una junta de gobierno. El rechazo del Gobernador a las propuestas de los criollos llevó a considerar la participación de otros sectores de la sociedad en la presión en curso.

Al tiempo que se presentaba esta tensión, la oligarquía criolla enfrentaba a la fracción de la familia Gutiérrez de Piñeres (con poder en Mompox), inclinada por vincular en su forcejeo a los sectores populares. Las pugnas fueron neutralizadas por los Comisionados Regios, quienes con sus amplios poderes lograron que el Gobernador cediera y compartiera su función. El 23 de mayo de 1810 se acordó la participación del Cabildo en los asuntos del Gobernador. Con esta decisión, el conflicto se neutralizó, mientras Gutiérrez de Piñeres quedó inmovilizado. En el Acuerdo se reconoció la obediencia a Fernando VII y al Consejo de Regencia.

Sin buen recibo por parte del virrey Amar y Borbón, la noticia de la decisión tomada llegó a Santafé. Amar tampoco estaba dispuesto a ceder en sus poderes. Por su parte, a los Oidores no les causó gracia la condescendencia de Villavicencio con los americanos, por lo cual se dispusieron a la acumulación de pruebas para encausar por traición, en el futuro próximo, a los criollos insubordinados.

Mientras esto sucedía entre Cartagena y Santafé, en Caracas y Pamplona se instalaron Juntas de Gobierno, logros que convencieron a los criollos de que la única opción que tenían era constituir una junta suprema de gobierno, que, como las anteriores, conservara los derechos de Fernando VII. Con estímulo del debate entre los notables de la capital del Nuevo Reino de Granada, sus reuniones fueron detectadas por el Virrey. Con cambio de sede, se citaron para el 17 y el 18 de julio de 1819 en la torre del Observatorio Astronómico, dirigido por Francisco José de Caldas. Al final, los notables del Cabildo concluyeron que debían capturar el poder. El pueblo sería utilizado de manera temporal y puntual, pero de ninguna manera se permitiría su protagonismo. Un liderazgo como el sostenido 40 años atrás (Rebelión de los Comuneros) podía poner en riesgo los privilegios de los comerciantes, los hacendados, los esclavistas y los religiosos.

El plan acordado consistía en provocar una limitada y transitoria perturbación del orden público para permitirle al Cabildo hacerse por sorpresa con el poder, forzando al Virrey a convocar e instalar una Junta Suprema de Gobierno integrada por los Regidores del Cabildo de Santafé, presidida por Amar. Además, y sin descuido, tomar medidas para el pronto restablecimiento del orden e impedir que el movimiento –diseñado según sus particulares intereses– se saliera del marco fijado. El día establecido para tal perturbación fue el 20 de julio. Ese día estarían allí muchos de los personeros de la oligarquía criolla: Camilo Torres, José Miguel Pey, Jorge Tadeo Lozano, José Acevedo y Gómez, Joaquín Camacho, Antonio Morales y otros más.



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